sábado, 20 de marzo de 2021

El padre, o cómo observar a la muerte trabajando.


     La película El padre (Florian Zeller, 2020)  narra la relación entre un hombre anciano (un inmenso Anthony Hopkins) con cierta enfermedad que no se llega a desvelar —aunque podemos deducirlo— y su hija Anne (una no menos enorme Olivia Colman). Si bien es difícil con una película como esta narrar el argumento sin arruinar al espectador la experiencia de su visionado, avanzamos en un breve resumen tan solo el planteamiento de la historia.


La relación de Anne con su padre Anthony se complica cuando quiere irse a París y necesita que su padre se quede al cuidado de alguien. En una primera conversación descubrimos una ausente Lucy, la hermana menor de Anne, la pareja de esta y el difícil encaje que tiene actualmente en la vida de Anne su padre. Sin embargo, en esta tensión entre el padre y la hija hay mucho más que lo que vemos en la primera escena. Si creemos a Anthony, él está perfectamente, sin embargo, poco después de la conversación con su hija, Anthony se sorprende al acercarse a su salón y ver allí un hombre sentado al que no conoce,  que dice ser el marido de Anne y vivir en su casa.



Anthony Hopkins interpreta al protagonista (foto de Gordon Correll)


A partir de ahí, la película avanza con estudiadas secuencias —prácticamente todas en interiores— en que se confunden el pasado y el presente y poco a poco vamos comprendiendo, por deducciones, lo que de verdad ha pasado. La gran baza de la película es narrarlo todo desde el punto de vista del anciano Anthony, de tal modo que el espectador, aunque a ratos ve también lo que pasa en la cabeza de Anne, observa la historia sobre todo desde la de Anthony (no en vano la película se titula El padre). Así, lo que podría ser un drama más sobre la relación entre padres ancianos e hijos de mediana edad que quieren vivir su vida, se convierte en una historia mucho más trágica y profunda sobre la vejez y la pérdida progresiva de facultades.



El padre  está basada en una obra teatral del dramaturgo francés Florian Zeller, y ha sido dirigida por él, contando con la ayuda en el guión de Christopher Hampton (guionista de dilatada carrera, autor del guion de Las amistades peligrosas -1988, Stephen Frears- y director de Carrington -1995-). Quizá el estar basada en una obra teatral la película adolezca de la reducción de escenarios y la ausencia prácticamente de exteriores, que solo contemplamos desde la ventana (y prácticamente solo desde el punto de vista de Anthony). Sin embargo, la baza de la película es contar con un soberbio guión (basado en la obra teatral) en que nada es lo que parece, y que transita entre el misterio y la tragicomedia, decantándose finalmente por el drama en toda regla (su autor calificó la versión teatral de “farsa trágica”) No he visto la obra teatral en que se basa, pero creo que el cine tiene al menos una gran ventaja para narrar una historia como esta, y es la posibilidad de elegir el punto de vista de la cámara para narrar la historia, de tal modo que a veces vemos a Anne y su marido hablar desde una esquina del comedor, en la que Anthony les observa; y  otras un personaje totalmente nuevo se presenta gradualmente, primero con sonidos en fuera de campo y finalmente con un plano amplio en que la mirada de Anthony le descubre con perplejidad. También el montaje (no en vano nominado en los Oscar, junto a las dos interpretaciones principales) ayuda a contar una historia que transcurre en los cambios de plano, y que se beneficia de la suavidad de los cambios de plano basados en campo / contracampo.



Olivia Colman interpreta a Anne


Las atmósferas que vemos son variaciones sobre el mismo ambiente de una casa, aunque a medida que la película avanza vamos descubriendo que en realidad son espacios diferentes o bien distintos momentos del mismo espacio. Poco a poco el espectador va recomponiendo el puzzle, y eso es quizá más dramático aún porque entendemos la evolución de la situación de Anthony.


Lo principal en una película como esta es el trabajo actoral, y ahí la elección de Anthony Hopkins es ideal por cómo construye un personaje al que mueve desde el estallido violento y autoritario hasta la fragilidad más extrema, pasando por escenas casi en clave de comedia. Frente a él no le va a la zaga Olivia Colman (de la que ya hablamos a propósito de La favorita) y que revela en su rostro una cantidad de matices emocionales difíciles de expresar con palabras. Evoluciona desde el desconcierto hasta la tristeza, pasando por la preocupación y la angustia, pero lo más interesante es cómo vemos reflejado en su rostro el universo emocional de una hija que contempla lo peor del envejecimiento de su padre. El resto de actores, aunque están a la altura, no tienen el mismo recorrido emocional, aunque destaca Olivia Williams por la versatilidad de su interpretación (el espectador verá a qué me refiero).



Olivia Williams hace un gran trabajo en la película

La realización está supeditada a los actores, pero no podemos por menos de mencionar el excelente uso del recurso de la música aparentemente en off (extra-diegética), continúa en fuera de campo y finalmente su fuente es visible en campo (por tanto se revela diegética). Este recurso de jugar con un sonido que no sabemos de dónde procede hasta que vemos su origen, con el que el espectador se familiariza, es llevado al extremo dramáticamente cuando en lugar de la música se utiliza la voz de un personaje, que Anthony escucha hasta ver su origen.


En definitiva, El padre es una película excelente que nos hace profundizar en la esencia del ser humano cuando los años van mermando sus facultades. Contemplarla es, parafraseando  a Jean Cocteau -refiriéndose al cine- observar a la muerte trabajando; y por eso resulta fascinante y a ratos estremecedora.


© Pedro Alcoba González 2021.

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