viernes, 15 de febrero de 2019

La favorita: lo difícil es decidirse por una de las tres

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Con La favorita (The Favourite), el griego Yorgos Lanthimos pone en escena una impresionante historia escrita por Deborah Davis y Tony McNamara, ambientada en la Inglaterra del siglo XVIII, y basada en hechos reales. Pero sin duda lo que ha hecho de ella una película en la que el boca oreja ha empezado a a funcionar ha sido la impresionante interpretación del trío de actrices protagonistas, dos de ellas además bastante conocidas por el gran público.  La reina Ana Estuardo es interpretada por  Olivia Colman, su mejor amiga y consejera Sarah por Rachel Weisz y la recién llegada sirvienta y prima de esta Abigail por la cada vez más presente Enma Stone, (por cierto con su primer desnudo -parcial- hasta la fecha).

Luego hablaremos de sus brillantes interpretaciones, pero primero debemos reparar en por qué la película gusta e inquieta a un tiempo. Y es que la historia refleja la perversión humana, y no podremos evitar sentir la seducción del mal, como nos veríamos atraídos por un espectáculo cruel como el que practica la corte al lanzar tomates a un hombre desnudo, sin al mismo tiempo sentirnos conformes con la atracción que nos produce.

Rachel Weisz es Sarah Churchill en la película

Lo primero que llama la atención en la cinta es el excelente diseño de producción, habitual en las producciones británicas. Y frente a esta factura, y al aspecto impresionante del palacio donde sucede la acción, o el vestuario de los protagonistas, presenciamos la abyección moral del ser humano. Esta mezcla de belleza y suciedad está presente desde el primer bloque (de los ocho en que se divide) titulado precisamente “I. Este barro apesta”. Desde ahí ya sabemos que va a ser una historia de contrastes. Sin desvelar demasiado de su trama, en seguida se produce una polarización en el conflicto entre Sarah (la consejera de la reina) y Abigail, la recién llegada que debe ganarse todavía su puesto. El guión de Deborah Davis y Tony McNamara poco a poco va dando vueltas de tuerca a la relación entre las dos antagonistas, mostrándonos qué es capaz de hacer cada una (sobre todo Abigail) para ganarse los favores de la reina y dejar fuera de juego a su adversaria. Alrededor de los personajes se van tejiendo alianzas y adversarios (Godophin por parte de Sarah, Harley por el de Abigail) y hay algunos secundarios que tienen una función más accesoria.  Cada capítulo parece tener una cierta autonomía y supone uno de los movimientos de cada jugadora, hasta llegar al  último (VIII. Soñé que os clavaba un cuchillo en el ojo) con el memorable final, del que no diré nada en absoluto. 

Enma Stone interpreta a Abigail


El guion parte de una historia real en gran medida: todos los personajes existieron, y su influencia es muy similar a la que se narra en la película. Pero, aunque cuente con una buena base, tiene al menos dos aciertos: Uno es lograr una progresión dramática que va subiendo de nivel a medida que se intensifica el conflicto. El otro, caracterizar a los personajes de manera excelente. Los paseos de la reina perdida por los pasillos de palacio, los juegos y bailes de salón, o el enfrentamiento de Sarah y Abigail en el tiro al blanco, son más reveladores de los personajes que cualquier conversación. El guión encomienda al diálogo a veces la función de resumir el avance de la historia (por cierto con una técnica de cabalgado sonoro del audio sobre la secuencia siguiente que agiliza enormemente la narración); y otras la de definir las relaciones -a menudo hostiles o manipuladoras- entre los personajes, o  expresar sus sentimientos. Dado que los personajes se caracterizan más por sus acciones que por cualquier otra cosa, la fuerza de los mismos está ya en las páginas del guión. Además, los guionistas tenían una joya en el personaje de Ana Estuardo, reina que sin duda sufrió mucho durante su vida, y no solo de gota. Sin embargo, si las interpretaciones de las actrices no hubieran estado a la altura, la película  solo habría llegado quizá a la crítica, sin ser un éxito de público.

Olivia Colman es Ana Estuardo en el film


El éxito de la interpretación comienza con el casting, dado que las tres actrices están perfectas en sus respectivos roles. Olivia Colman une a un físico no agraciado unos ademanes francamente desagradables, fruto de su trabajo actoral (cuando come, o cuando baila torpemente) y eso acentúa la repugnancia de lo que Abigail es capaz de hacer para conseguir su favor.  Enma Stone resulta perfecta por su frescura y  aire angelical -que oculta su verdadera naturaleza- y Rachel Weisz tiene un porte y una seguridad que la favorece para encarnar a una mujer dominante y con carácter, como lo era Sara Churchill.  Pero además cada una de las actrices han dado lo mejor de sí para expresar con matices su papel. Quizá el de Sarah es el que tiene menos matices (pues no cambia de principio a fin) y el desafío de Olivia Colman para encarnar una mezcla de poder absoluto con fragilidad personal es logrado con éxito (no hay más que ver su rostro cuando presencia el baile de Sarah). 

La realización de Yorgos Lanthimos es muy eficaz tanto en la puesta en escena de los personajes (sin ir más lejos la seducción de Abigail a Masham, que es contada exclusivamente con desplazamientos) como en la dirección de actores.  Pero además logra combinar con acierto los grandes planos generales que expresan la grandeza de la corte inglesa con los primeros planos que captan lo mejor del trabajo de los actores. Sin embargo, no se entiende que aporten mucho los planos rodados con gran angular, ni estética ni narrativamente, parecen más una manía del realizador que otra cosa. A sensu contrario, el exquisito trabajo de montaje, sobre todo combinado con el sonido, que como hemos dicho va encabalgándose sobre la secuencia anterior, y el uso de una música a veces estridente como elemento dramático, son puntos a favor de una realización no complaciente con el público, pero muy certera con la historia. 


En definitiva, el espectador puede esperar una película para en la que en algunos momentos le llegará la incomodidad en que se mueven los personajes a media que ven amenazada su supervivencia, pero otras disfrutará con las jugadas que se realizan en la corte (en grado menor al juego de seducción de Las amistades peligrosas -Stephen Frears, 1988-, pero en la misma línea). Y, sobre todo, es inevitable no disfrutar con el trabajo de las actrices protagonistas, alguna de las cuales será sin duda candidata al óscar.

Pero lo difícil es decidirse por una de las tres.

© 2019 Pedro Alcoba González, excepto las imágenes y vídeos que acompañan el artículo.