martes, 3 de septiembre de 2019

Kavafis tenía razón




Cuando emprendas tu viaje a Ítaca 
pide que el  camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
PERCIBIMOS EL MUNDO desde nosotros mismos y no podemos obviar nuestra propia mirada. Nuestra concepción de nosotros no pasa por ser una persona aislada del resto. Cuando imaginamos nuestro ser, es una abstracción pensarnos como un cuerpo humano completo y aislado del entorno, observado desde un punto de vista externo y neutro. Sin embargo, más bien, somos el centro desde el que observamos el mundo.  No podemos abstraernos de ese mirada, pero al mismo tiempo nunca nos contemplamos a nosotros mismos. Por otra parte, filosofías y religiones abogan por el sentido accesorio del hombre respecto al Todo. Si siempre observamos el mundo desde nosotros mismos, ¿cómo abandonar ese lugar y fluir con el Todo?
Esta pregunta me ha hecho reflexionar sobre mis experiencias de integración y del camino que he recorrido para llegar a ellas. Y me ha sido fácil reconocer en el camino previamente recorrido trazas del ciclo del héroe descrito en El héroe de las mil caras de Joseph Campbell . A veces parcialmente, a veces vislumbradas, algunas de sus etapas se han hecho reconocibles.
El viaje como salida de nuestra tierra familiar
Habitamos, como hemos dicho, un cuerpo y un espacio en el mundo. Somos un punto de vista sobre el mundo, del que no nos podemos sustraer. Sin embargo, si no nos podemos desprender de nosotros mismos, sí podemos, cada cierto tiempo, buscar un nuevo espacio. El desplazamiento físico ayuda al desplazamiento mental. Y por eso el viaje requiere de un esfuerzo para salir, no solo de nuestro lugar físico, sino también de los lugares comunes de nuestro pensamiento. Este es, en cierto modo, el primer paso ineludible para todo viaje.
© Pedro Alcoba González 2019.