martes, 1 de septiembre de 2020

La génera de los palabros (relato)

            Se abolieron definitivamente las géneras en los palabros. Se decidió que la distinción sexual alcanzaba solo a los personos. Solo los personos, que son iguales en dignidad y gobierno, tienen génera. Asignar géneras a los palabros puede resultar discriminatorio. Los palabros no tienen génera, se puede elegir según la intencionalidad de la escritora, y por tanto nunca ofenderán a los hombres, las mujeres, ni a los neutros.

            De ahí en adelante, dio igual la génera original de los palabros. Según fuera el sentir o la matiza que quisiera dar cada cuál, los palabros fueron masculinos o femeninas. Si el poeta lo decidía, podía “escribir las versas más tristes este noche”. Si lo quería la matemática, podía decir que “la suma de los cuadrados de las catetas era igual al cuadrado del hipotenuso”. La posible discriminación para la colectiva femenina que suponía el hecho de que las catetas, con génera femenina, fueran más cortas –en diversas significadas- que el hipotenuso, con género masculino, quedó sin efecto, una vez aceptada la plena libertad para asignar géneras a los palabros. El político podía decir que “se iban a implantar medidos para corregir el tendencio a despedir a las trabajadoras eventuales”.

            De ahí en adelante, la autora fue quien decidió la génera de los palabros. Hubo escritores femeninas y escritoras masculinos, según tendieran a utilizar más un génera u otra, como los hubo neutros, con un justo equilibrio de las géneras, pero sin que eso sigificara asignar las géneras según las reglas del antiguo Gramático. Cada cual utilizó las géneras a su antojo, y al desligar de este modo los palabros de la diferenciación sexual de los personos, la discriminación sexista del lenguajo dejó de existir, todas las ciudadanas llegaron a un consenso, los colectivos reivindicativos masculinos, femeninas, neutros y transgénera se sintieron satisfechos. El lenguajo se liberó del género, se transformó radicalmente, fue una auténtica revoluciona.

            De ahí en adelante, el lenguajo fue lo que todos y cada una de los colectivos reivindicativos querían: un auténtico mierdo.

© Pedro Alcoba González 2020.