domingo, 24 de noviembre de 2019

Por qué Joker no solo es cine, sino también buen cine

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Recientemente el consagrado cineasta Martin Scorsese criticó seriamente las películas de superhéroes en una publicación -“Por qué las películas de Marvel no son cine” (1)-; crítica de la que se han hecho eco tanto Coppola como Ken Loach. Comienza el artículo hablando de aquellas películas y autores que le deslumbraron cuando descubrió el cine y lo continúa tratando de definir ese elemento impredecible que contiene el buen cine: “una revelación estética, emocional y espiritual”. A continuación describe cómo el buen cine habla de personajes complejos, su capacidad para hacerse daño y amarse, y enfrentarse a sí mismos. De cómo se debe defender que el cine es una forma de arte y hay  multitud de ejemplos de ello, desde Sam Fuller hasta Ingmar Bergman, desde Godard a Don Siegel.  Y por supuesto como paradigma remite a Alfred Hitchcock, quien logró la proeza de hacer cine auténticamente personal mientras a la vez conectaba con el gran público. La tesis de Scorsese es que lo que hace verdadero cine a las películas de Hitchcock no son los recursos técnicos o los escenarios complejos, sino la verdad de las relaciones entre los personajes y la interpretación de los actores. Por último, contrapone el cine de superhéroes a cineastas como Paul Thomas Anderson, Spike Lee, Claire Denis y otros. La queja fundamental de Scorsese es que las películas de superhéroes no dejan espacio para que otros directores proyecten sus películas, cuando todo director sueña con que se proyecten en la gran pantalla, dada la invasión de las plataformas tipo streaming con Netflix, a la cabeza. Con sus productos perfectos e incluso brillantes técnicamente, las películas de superhéroes no dejan cabida a la mirada unificadora  del artista individual. Y en ellas mandan los estudios y los ejecutivos, mientras que en el Hollywood clásico las tensiones entre ambos grupos eran mucho más equilibradas. Hoy día hay una situación hostil al verdadero arte y eso hace mucho más difícil todo. En definitiva, Scorsese, cineasta al que quede claro que admiro, se comporta  en varias de sus argumentaciones como muchas personas, cuando peinan ya muchas canas, al considerar que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Bien, nadie niega que algunas de las cosas que dice el señor Scorsese sean ciertas, pero, a la vista del reciente estreno de Joker, de Todd Phillips, podríamos plantearle algunas objeciones. 

1. Joker es cine de superhéroes

Joker supone una estilización manierista del cine de superhéroes. Da la vuelta al personaje arquetípico del villano loco para intentar explicar sus orígenes y demostrar que, con cierta dotación genética y circunstancias ambientales,  no sería imposible que algunos  nos convirtiéramos en algo parecido al joker.   El recorrido al que a película somete al personaje (su arco de transformación), va desde un payaso sin gracia que resulta patético hasta un supervillano glamuroso adorado por multitudes.   Y todo es perfectamente verosímil, si terminamos ahí (porque Arthur Fleck no sería por sus rasgos y taras un verdadero adversario para un superhéroe). Pero, hasta el punto donde termina la historia, es realmente coherente. En realidad, el mecanismo de enmascarar al héroe clásico (en este caso al villano) en el primer tramo de la película, para que finalmente aflore en todo su esplendor a partir del segundo tercio, forma parte del cine de Hollywood. Y lo hemos visto en películas clásicas como El hombre tranquilo  o El rostro impenetrable hasta el Clint Eastwood de Sin Perdón. Pero en este caso, el mecanismo funciona durante prácticamente toda la película, y solo al final aflora el jocker que todos conocemos. La diferencia es que no es un héroe, sino un villano. Y no es un villano, sino un supervillano.  Es decir, la película utiliza un mecanismo típico del cine norteamericano tipo western, pero imbricado en el subgénero de los superhéroes. No solo eso, no renuncia tampoco a la presentación del antagonista. Aunque sea un niño en la película, Bruce Wayne -Batman- es presentado; y no solo eso, sino que se nos cuenta su origen también.  En el fondo, todos los elementos  (superhéroe, supervillano, enfrentamiento, violencia fácil) están ahí, solo que en otro orden. Por cierto, lo mismo sucede con las  últimas películas de M. Night Shyamalan.

2. Joker es una buena película

En realidad, la tentación es afirmar que en la película lo que es de verdadera calidad es la interpretación de Joaquín Phoenix, y al final daríamos la razón al señor Scorsese, porque son los actores los que hacen lo que pueden por levantar un género de segunda clase. Pero, en realidad, al igual que los cómics Batman Dark Night  y Watchmen son verdaderas obras maestras, y nadie podría decir que no son cómics de superhéroes, también Joker tiene destacables cualidades netamente cinematográficas. 

Joaquín Phoenix interpreta a Arthur Fleck (el joker), en el film

Veamos algunas:  La subida penosa de la escalera que lleva a su vivienda de Arthur Fleck, el descenso de otra escalera por la que sale de su lugar de trabajo (que es un punto de inflexión en su historia) y el descenso triunfal de la misma escalera que ha subido penosamente tantas veces, ya transfigurado en el joker. En definitiva, desde el ascenso penoso de la escalera hasta su descenso glorioso, el personaje ha cruzado la línea no solo de la locura total, sino también del asesinato. Su patología, que hasta cierto momento era relegada al ámbito de lo privado, sale a la luz en ese baile narcisista. El joker es libre para expresar una individualidad que no encaja en el mundo, pero a costa de destruir su humanidad. Esta idea es expresada con el lenguaje del cine, con el escenario, la gestualidad del actor, y el punto de vista. Lo mismo podemos decir de la idea de filmar al personaje bailando primero en la intimidad, cuando acaba de asesinar a tres hombres, después de nuevo cuando se prepara para el show de Murray, para finalmente mostrarle, ya maquillado y vestido, ejecutando el mismo baile en público, expresa la evolución de la locura del personaje, primero íntima y después a la vista de todos en el show y en la escena final. El hecho de que este baile grotesco conecte con las masas, establece una conexión clara entre la locura de Arthur Fleck y la locura de la sociedad (es decir, el joker revela algo latente en la misma sociedad, y por eso conecta con ella). El éxito del joker  no se da porque su mensaje tenga sentido, sino porque la sociedad es presa del sinsentido. Y esto se hace con una idea que no tiene ni una sola línea de diálogo. Es pura imagen. 

No solo eso, podríamos llegar incluso más lejos. Todd Phillips no solo ha creado una historia de pura ficción, ha tocado algunas teclas reveladoras de nuestra sociedad  contemporánea . Se puede ver en el retrato de la aporofobia o rechazo al pobre en algunas actitudes de personajes de la película, y capta perfectamente el lado oscuro del sueño americano, que ensalza el éxito por encima de todo y deja en la cuneta a los no triunfadores. Pero además, la violencia latente consustancial a las grandes ciudades en la actualidad, también está presente. Podríamos decir que Joker revela claves para entender parte de la situación social actual.

3. Joker no podría existir sin el cine de superhéroes

Con esta pregunta no pretendemos plantear el debate de si esta película sería posible en otro contexto narrativo, pues lo sería difícilmente  y ya está contestado en el primer punto. Pretendemos más bien plantear el debate de si una interpretación como la de Phoenix, o unas ideas narrativas de igual calidad habría podido darse sin los precedentes en otro marco industrial, por un lado, y narrativo, por otro.

Empecemos por la parte industrial. Narra Tomás Gutiérrez Alea , un experimento del cine soviético vivido en primera persona por el cineasta ucraniano Dovzhenko (2). Los responsables de esta cinematografía, notando que de 100 películas producidas, solo había 5 excelentes y 20 buenas, decidieron reducir la cantidad de películas para intensificar el esfuerzo en unas pocas películas y produjeron  no más de 10 películas. Creían así conseguir de 5 a 10 obras maestras o excelentes. El resultado fue que consiguieron cero películas excelentes y 2 buenas. Si el cine funcionara con esa lógica de inversión y resultado, habría funcionado. Pero el experimento fue un fracaso. Es el mismo fenómeno por el que el cine solo alimentado por subvenciones no produce casi nunca películas brillantes. “Porque esto impide que exista un flujo de producción adecuado [que] mantiene en forma y bien aceitada la maquinaria productiva. Y eso es la condición indispensable para que se produzcan no una o dos obras maestras […], sino para que se incremente apreciablemente la probabilidad de muchas obras de calidad”. Para mantener ese flujo de producción, hay que satisfacer algo difícilmente predecible como es el gusto del público. Y los ejecutivos llevan décadas tratando de averiguar cómo predecirlo.   Y la conclusión es que solo sometiéndose a la tiranía de la taquilla es posible encontrar algunas luces en sus complejos mecanismos. 

El cineasta Martin Scorsese

El cine de superhéroes es -y en esto damos la razón a Scorsese- un intento de hacer predecible una industria que no lo es. Las grandes sagas, las conexiones argumentales entre películas, y la recurrencia a actores queridos con el público, solo intentan llevar al cine de manera predecible a una masa de espectadores, y con esto retroalimentar la industria.  Porque solo de ese modo se podrán llegar a  producir las películas de autor y las obras maestras que Scorsese aprecia tanto. 

Vamos ahora con la parte narrativa. Aunque encontráramos la fórmula para hacer solo este tipo de de cine, ¿sería posible alimentar con él únicamente a los espectadores -necesarios para el engranaje productivo-? Rotundamente no. Porque en el cine no solo es arte, también obedece a la necesidad humana de nutrirse de historias. Y a menudo de historias de héroes. Al igual que los niños necesitan cuentos, y que les repitan cientos de veces el mismo cuento, todos lo necesitamos de algún modo. Necesitamos ver figuras arquetípicas con las que identificar lo mejor de nosotros mismos. Y ahí entran las narraciones de héroes, tradición narrativa en que podemos englobar los superhéroes. Tampoco  narrativamente habría sido posible Joker sin el cine de superhéroes, porque a menudo el artista individual necesita inscribirse en una corriente o forma de narrar, en definitiva, en una tradición narrativa, para hacer algo realmente brillante. A veces para subvertir totalmente esa narrativa y acabar con ella, a veces para transformarla. Incluso Cervantes hizo el Quijote a partir de la tradición de los libros de caballerías, y John Ford sus mejores películas dentro del género del western. En definitiva, si Scorsese critica el cine de superhéroes, debería criticar el western o el cine bélico de la misma manera, cuando el primero dio a luz Centauros del desierto (The Searchers)  y el segundo a La chaqueta metálica, por citar dos ejemplos. 

En conclusión, la crítica de Scorsese es perfectamente razonable si se reduce al mecanismo que sobredimensiona la vertiente industrial del cine. Entregar el cine a los ejecutivos sin escrúpulos que solo persiguen hacer los gustos del público predecibles para poder hacer caja y alimentar el show business es un error.  Donde se produce un sesgo en su argumentación es cuando defiende que son las películas de superhéroes las únicas que se hacen de ese modo. La saga de Rocky bebe de la misma lógica. Nutre a los espectadores de emociones elementales, y siempre con el mismo actor y el mismo esquema narrativo. Lo mismo se podría decir de la saga de Star Wars, totalmente irregular en su evolución. Las primeras películas fueron deslumbrantes en su originalidad, y conectaron con arquetipos fundamentales del gran público. La trilogía de principios de este siglo decepcionó por poner más industria, medios e investigaciones de mercado, que verdadero talento. El problema no es el género, es el mecanismo que intenta hacer del cine únicamente una industria predecible. Si esto fuera una exclusiva del cine de superhéroes, Joker no habría sido posible nunca  (y podemos sumar también algunas películas de la saga de X-Men y el último cine de M. Night Shyamalan). El cine de superhéroes es masivo porque responde a la necesidad de los espectadores (y cuanto más jóvenes más se da así) de nutrirse con historias de héroes. 

Que se ha aprovechado esta necesidad para hacer un mecanismo industrial predecible que amenaza con invadir las pantallas de todo el mundo…Correcto. Que esto implica que debamos acabar con el género…Erróneo. Y que la naturaleza del cine de superhéroes impide hacer películas realmente logradas… Igualmente erróneo, como demuestra a las claras Joker. No solo el cine de consumo para masas es necesario para que broten las películas más brillantes. Además, de cuando en cuando, incluso ese cine puede producir películas excelentes.

Con todo respeto, señor Scorsese.

(1) https://elpais.com/elpais/2019/11/06/opinion/1573066880_833386.html
(2) ÉVORA, José Antonio: Tomás Gutierrez Alea. Madrid, Cátedra/Filmoteca Española: 1996. Págs 83-84.

© Pedro Alcoba González 2019.
Imagen de Antman3001 (https://www.flickr.com/photos/antdude3001/), reproducida con licencia Creative Commons