martes, 1 de noviembre de 2022

El gabinete de curiosidades de… Lovecraft?


Después de haber visto el arranque de la última obra de Guillermo del Toro, un verdadero maestro para mí sobre todo del steampunk y director de obras originales y profundas, como El laberinto del fauno o La forma del agua, uno esperaba quizá un poco más. 


La factura técnica, la fotografía e incluso la dirección (en cada capítulo obra de un director distinto) es de un considerable nivel. Ya desde los títulos de crédito y la presentación en persona de Guillermo del Toro, muy en la línea de Alfred Hitchcock presenta, la sensación es quizá la misma que al ver la última brillante obra del director: El callejón de las almas perdidas. En definitiva, que del Toro no inventa nada. En el caso de El callejón de las almas perdidas, mezcla en una coctelera elementos que ya existían, como el cine negro, bañado por los colores vivos de cierto cine de los noventa, y una mirada nostálgica a la época de los años cuarenta, desde las confortables primeras décadas del siglo XXI. 


Sin embargo, no había en ella el originalísimo planteamiento argumental y formal de “La forma del agua”, ni la audaz hibridación de géneros de El laberinto del fauno, que relata un cuento fantástico a la vez que habla de un pasado histórico con todavía mucho peso sobre el presente de España. 


Con El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro, uno esperaría una verdadera obra de autor, con un sello común, en el que, si bien se utilizan los talentos conjugados de distintos directores, solventes técnicos y buenos actores, se ofrece al espectador un producto nuevo y diferente, o al menos una mezcla original como las que ya había aportado en las dos películas anteriormente mencionadas.


Sin embargo, la primera entrega de la serie es una historia con cierta originalidad en el planteamiento (se vende un trastero misterioso sin conocer muy bien su contenido), para luego caer en los tópicos de cierta tradición de cine que mezcla el thriller y el terror. De nuevo el pentagrama, de nuevo el culto satánico, de nuevo objetos con poderes mágicos. Y aunque no se puede negar que es un guion bastante redondo, el capítulo acaba cuando precisamente se ponía más interesante.


La segunda entrega opta claramente no solo por el susto, sino también por el gusto por lo gore y truculento. Ahora bien, si ya en la primera entrega había cierta presencia de Lovecraft (esos libros prohibidos que recuerdan al Necronomicon), en la segunda su presencia es aún mayor (culto pagano a antiguas entidades, seres tentaculares,…)


Ahora bien, si vaciamos las historias de sustos, escenas truculentas y cierta ambientación sórdida,  lo que nos queda realmente original es precisamente eso. Lo inquietante es el culto satánico, o el culto prohibido, o las entidades inenarrables…. en definitiva: Lovecraft. Ahora bien, precisamente donde el escritor de Providence se detiene es donde podríamos decir que empieza la serie.  Porque donde Lovecraft insinúa y narra no siempre directamente, preocupándose previamente en crear una elaboradísima atmósfera, El gabinete de curiosidades de Guillermo del Toro opta por mostrar abiertamente tanto los monstruos como sus truculentas actividades.


En conclusión, diría que lo más original de la serie es precisamente lo que toma prestado a Lovecraft y el resto es una narración que crea un cierto suspense que resuelve luego de manera bastante explícita, efectiva, entretenida y…. carente de verdadera carga de significado.


En definitiva, Guillermo del Toro se ha revelado siempre como un director cuyo objetivo es entretener y ese objetivo lo cumple con creces. Ahora bien, si buscamos cierta carga de significado o un estética unificada a la vez que original, al menos por los primeros capítulos no se vislumbra nada de esto, más allá de los títulos de crédito y la presentación del propio del Toro.


Algo, por otra parte, cada vez más frecuente en las propuestas de entretenimiento de Netflix, que quizá sea el verdadero monstruo que fagocita propuestas creativas originales y las trata de igualar a la baja para gustar a un púbico cada vez más amplio. El que suscribe está cada vez más indeciso respecto a si seguir o no formando parte de ese público.


© Pedro Alcoba González 2022 (excepto la imagen)