sábado, 10 de diciembre de 2016

Yo fui un consumidor de cómic adolescente

“El futuro de la novela gráfica reside en la elección de temas válidos y en la innovación de la exposición (…) Es de suponer que la atracción de un público sofisticado está en manos de los dibujantes y guionistas dispuestos a  correr riesgos”
Will Eisner[1]
HACE UNAS TRES décadas, Toutain Editor (editorial emblemática de cómics de los 70) estaba a punto de desaparecer en España y las cabeceras más importante del llamado “cómic adulto” seguían poco a poco su mismo camino (Cimoc, Zona 84, El Cairo,…).
Años 80.Toda España está colonizada por el cómic de superhéroes norteamericano. ¿Toda? ¡No! Un pequeño grupo de irreductibles inadaptados sobrevive aún en torno la revista “El víbora”  y lo hará hasta bien entrado el siglo XXI. ¿Eran solo eso?…¿un grupo de irreductibles inadaptados?.

El resto del mundo había pasado por la revolución del cómix underground (del 68 a mediados de los 70), con los Shelton, Crumb y sobre todo Richard Corben. En Europa habían surgido y caído revistas como Metal Hurlant . Autores como Guido Crepax, Druillet y sobre todo Moebius, habían ya dejado una profunda huella en crítica y lectores. Pero en España los intentos de un cómic alternativo al comercial habían sido aislados, a contra-corriente, o gracias a editoriales extranjeras que habían buscado ciertos autores gracias a su indudable talento.
© Pedro Alcoba González 2016. Imagen "Maus" © Art Spiegelman

miércoles, 5 de octubre de 2016

Knowmads, los profesionales del futuro


Knowmad es un neologismo fruto de la unión de Know (saber) + nomad  (nómada). John Moravec introdujo el término knowmad en 2011 y ha sido popularizado en España por Raquel Roca en su libro Knowmads, los trabajadores del futuro.

Una definición un poco más extensa es un nuevo tipo de trabajador y profesional especializado en el conocimiento, colaborativo, autónomo, hiperconectado a la red, sin miedo a experimentar y responsable de sí mismo. Este tipo de profesional se impondrá a partir de 2020, según Moravec, en que el 45 % de la masa laboral serán knowmads.


Dado que la mayoría de nosotros estaremos trabajando para entonces, nos interesa mucho saber si de verdad serán los knowmads los profesionales del futuro.



Extracto publicado con autorización de Leon Hunter, lee mi artículo completo en su blog

lunes, 3 de octubre de 2016

San Sebastián 2016: 6.4 razones para ir y una sinrazón

El cine es la iglesia que he elegido.
Y los festivales de cine como este son instituciones sagradas
Ethan Hawke, al recoger su premio Donostia 2016
NO ES EL nombre de un videojuego, ni de una versión de programa de ordenador. Hablamos de un festival de cine. Hace ya dos años, la venta de videojuegos superó a la taquilla del cine en España por más de 80 millones de euros.  ¿Quién sabe? Quizá nos encontramos ante el principio del fin, el momento en que el entretenimiento va a pasar de la gran pantalla a la pequeña.  Aquel en el que los actores dejarán de tener ese aura semi-divina que les colocó el star system, para ceder paso a sofisticadas animaciones por ordenador. Mientras tanto, recordemos, antes de que desaparezcan, que hay muchos motivos para asistir a un festival de cine.


© Pedro Alcoba González 2016

jueves, 1 de septiembre de 2016

Subirse al tren (Relato)



Subirse a un tren en marcha no es tan fácil como en las películas. Pero había que hacerlo, demostrárselo al idiota.
-Me da miedo subirme, Míchel. -me dijo Clara la primera vez que se lo conté.
No es raro que una emo exprese sus emociones, pero Clara es gótica, joder, se supone que a los góticos les atrae lo oscuro y la muerte. Se supone. En cualquier caso, al final logré convencerla.
Ya habíamos hecho lo más difícil. Nos habíamos fugado del instituto en la hora del descanso, ante las mismas narices del idiota. Se trataba de demostrar que, si queríamos, no nos pillarían nunca.

-Todo esto no sirve para nada. ¡No tiene aplicación!.
El idiota defendía que la física tenía infinidad de aplicaciones. Y yo la odiaba. Cuando acabó de exponer a gritos su postura tuve aún energía para replicar
-¡La velocidad, el peso, la inercia, no sirven de nada como las explica!. Usarlas para  una fuga, por ejemplo, ¡eso sí que es útil!. ¡Usarlas en movimiento!
-Pues ponte en movimiento hacia el despacho del director  -me dijo el idiota. La carcajada fue casi unánime. Menos Clara y una de sus amigas. 

Esa era la vergüenza que recordaba al acercamos a la estación. La humillación del idiota.
Yo había calculado la hora a la que pasaría el tren. El problema era que el nuestro no paraba, porque no era un cercanías, sino un tren de largo recorrido que nos llevaría a Francia. 
Hasta ahora, Clara había demostrado que con una horquilla que ya no usaba (es gótica, ¿recordáis?) se podía forzar la cerradura de la puerta del patio. Y los dos, habíamos demostrado que éramos considerablemente veloces.
Solo faltaba subirse al tren, que aminoraba hasta unos diez kilómetros por hora al llegar a la estación. Yo era bastante bueno en carrera, pero Clara iba más despacio. Era solo cuestión de alcanzar el tren a esa velocidad y subirse al vagón de mercancías, totalmente abierto al exterior.
Cuando llegamos, el tren ya entraba en la estación, así que le dije a Clara que corriera más. Yo estaba casi a la altura de las vías, pero ella no. Teníamos que hacerlo los dos, ¿de qué sirve el éxito si no puedes compartirlo? Por fin, Clara me alcanzó cuando la locomotora llegaba ya a mi altura.
-Ahora no dejes de correr. -le dije. 
Teníamos que reducir la velocidad para mantener los dos el mismo ritmo que el tren, hasta el salto. Yo pensaba entonces en el idiota: de qué le serviría calcular la velocidad exacta del tren, su inercia o nuestro peso. Lo que importaba era el momento decisivo. Y era ese.
-Saltaré yo primero. -El tren comenzaba a acelerar. Así que salté y rodé sobre el suelo del vagón, me hice mucho daño al caer.
-¿Te has hecho daño?
-No, nada. -dije -Salta tú. -Clara pesa casi lo mismo que yo, no podía levantarla.
-No puedo, no me atrevo.
-¡Tienes que hacerlo!
-¡Me da miedo! -gritó. 
El tren empezaba a acelerar. No había tiempo. Pensé en mi plan de emergencia.  Podía funcionar o no, pero era lo único que tenía. Así que formé bocina con mis manos y grité con todas mis fuerzas
-¡Volveré a bajarme del tren, te mataré y luego me suicidaré!
El tren aceleraba otra vez, y entonces sucedió: ¡Clara saltó! Lo sabía, sabía que lo haría, ya os dije que es gótica… Todo ese rollo de que les atrae la muerte solo oculta el pavor que le tienen.
Nos quedamos los dos tumbados sobre el suelo del vagón, que se alejaba cada vez más rápido de la estación, hacia otro país, hacia otro mundo.
-Me dijiste que no te habías hecho daño.
-Mentí- le dije sonriendo.
-Cabrón -dijo ella. Pero también sonrió.

© Pedro Alcoba González 2016

martes, 2 de agosto de 2016

Por qué el surrealismo no es una pieza de museo

«…ese hombre maniatado puede, con solo cerrar los ojos, hacer saltar el mundo (…)
El hombre de La edad de oro duerme en cada uno de nosotros y
solo espera un signo para despertar, el del amor»
Octavio Paz
SI YO POSTULO que el surrealismo, en lugar de un arte extraño para ser exhibido en museos, fue en su nacimiento un movimiento que pretendió transformar el mundo y liberar al hombre, seguramente su percepción del mismo cambiará enormemente. Y si afirmo que en origen fue también un movimiento profundamente moral, probablemente comprobará quién está escribiendo estas líneas, y si está de verdad bien informado. Sin embargo, ambas afirmaciones son profundamente ciertas.

El surrealismo, revolución social
«Tenga cuidado, advierto en usted tendencias surrealistas. Aléjese de ese grupo»
(Jean Epstein, a Luis Buñuel)[1]
El objetivo del surrealismo fue en su momento, mediante obras o intervenciones escandalosas, hacer estallar la sociedad y cambiar la vida; y no crear un movimiento literario, plástico o filosófico.
Estamos tan acostumbrados a ver el surrealismo en museos, a quedarnos con las obras extrañas al intelecto lógico los objetos inverosímiles, o los paisajes del subconsciente; que su potencial realmente subversivo y transformador parece neutralizado.
Lee el artículo completo en Vozed

© Pedro Alcoba González 2016, excepto la imagen que acompaña al artículo.

jueves, 26 de mayo de 2016

Los que se quedan atrás (Relato)

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Dicen que en una emergencia la gente que leemos mucho no nos desenvolvemos bien. Que nuestra capacidad para intentar entender temas complejos, o para perdernos en la infinidad de vericuetos que los libros proporcionan nos hacen perder de vista lo urgente, no somos especialmente resolutivos y nos quedamos atrás. En las emergencias, dicen, es la gente de acción, las personas como mi amigo Mikel, que no ha leído en su vida más que los libros a loa que le obligaron en el instituto, las que se llevan el gato al agua y sobreviven. 
La nube de gas tóxico que escapaba de la central química cerca de la cual vivíamos tenía un radio de acción de unos 5 kilómetros, dijeron por radio y televisión.  Alguien podía estar a punto de morir si era cierto. Alguien como mi mujer Estrella o mi hija Clara, o mi mejor amigo Mikel, que vivía solo en la granja de al lado. Mikel y yo salimos corriendo de  nuestras granjas. Escapábamos de la muerte, y en ese momento crucial en que te juegas la vida, en ese instante decisivo, Mikel me empujó por detrás para derribarme y alcanzar el único vehículo de la zona, ignorando los gritos de mi mujer. 
El gas se extendía rápidamente y habíamos tenido el tiempo justo.Yo había salido de casa , precedido por mi hija y seguido por mi  mujer, pero ella caminaba despacio e iba demasiado cargada; y cuando me volví a ayudarla, mi hija Clara se me había escapado para recoger una cría de oveja. Yo me había distraído entre tantos opciones importantes, pero Mikel era de decisiones más rápidas, tenía más claro su objetivo, sabía cómo actuar, me había empujado y ahora estaba dentro de mi coche.  Había salido de casa antes que yo, había empujado a su mejor amigo para coger el único coche disponible en kilómetros a la redonda. Yo me había quedado mirándolo, con mi mujer acercándose con dificultad y mi hija con la cría de oveja en brazos. Me quedé viéndolo desde el suelo, mientras entraba en mi coche y encendía la llave de contacto.

                        


Y entonces, cuando el motor del coche rugió y Mikel pisó el acelerador, cuando agarró con firmeza el volante mientras miraba a un horizonte en que no había gas tóxico y al que se disponía a escaparse pronto, solo entonces comprendí el profundo significado de aquella frase que había leído: “El gas tóxico emanado de la central es levemente dañino por contacto, pero mortal por inhalación”.
¿Entendiste entonces tú, Mikel? Antes de meter la llave de contacto y disponerte a recorrer cientos de kilómetros para alejarte de tu casa, cerca de la cual estaba la granja de tu mejor amigo, antes de subirte a él, antes de empujarle para ir corriendo a su coche, de cuya llave él mismo te había dado una copia, antes incluso de que tu instinto te dijera que tenías que salir de tu casa corriendo y empujarle para dejar atrás con su familia; antes de todo eso, Mikel, deberías haber sabido que el gas era mortal por inhalación, y que el primer paso del protocolo de emergencia distribuido por la propia central química era ponerse la mascara anti-gas.
Mi vecino contemplaba el horizonte con su rostro totalmente desprotegido y ya sin vida agarrado al volante de un coche que no iba a moverse, porque se había calado después de arrancarlo en el primer acelerón. Giré la vista hacia la izquierda y vi a Clara, protegida por su mascara, que se acercaba con la cría de oveja mientras mi mujer dejaba de gritar y llegaba a mi altura, extendía la mano para tocarme la cara, sin éxito porque estaba cubierta de goma, y yo hacía lo mismo instintivamente con la suya, igualmente enfundada en goma.
“A veces es mejor leer algo, Mikel”- pensé mientras apartaba las manos del que fue mi amigo del volante y sacaba su cuerpo del coche- “aunque sea un aburrido protocolo de emergencia”- Y seguí pensando mientras me acomodaba en el coche del conductor y mi mujer y mi hija subían- “A veces es mejor leer algo, Mikel, que estar viendo la tele todo el día”.
Arranqué el coche, que esta vez no se caló. Y nos alejamos hacia el horizonte.


© Pe
dro Alcoba González 2016, excepto la imagen que acompaña el artículo.

martes, 22 de marzo de 2016

EL 4 DE MARZO PRESENTÉ MI NOVELA "NADA ESTÁ TERMINADO"

Pocas veces uno se siente tan satisfecho de un evento en el que ha participado como lo estoy de la presentación de Nada está terminado.
Tras presentarla en sociedad, mi primera novela ya está en la calle, dando sus primeros pasos. Ha sido un placer escribirla, publicarla, y presentarla.



Muchas gracias a todos los que colaboraron en presentarla y a todos los asistentes por venir. Fue un placer contar con todos vosotros:

Seamus Mac Agoain hizo una introducción realmente interesante 
y muy amena para el público.

Y David Berbel tuvo la elegancia de adaptar sus
 notas musicales al ritmo de la presentación


MUCHAS GRACIAS A TODOS


martes, 2 de febrero de 2016

Ciberpunk en el cine: distopías cada vez más cercanas


SABEMOS QUE EL punk es principalmente un movimiento de protesta que nace en los 70 en la cultura anglosajona contra la opresión ideológica delestablishment.[1] Aunque primeramente no surge consciente de su filosofía, con el tiempo se puede ver que lo que intenta es incomodar a los poderes establecidos que no respetan la singularidad del ser humano. Ahora bien, mientras que el punk es una subcultura y una filosofía, el ciberpunk no se declara su heredero; sino que más bien nace en los 80 como un subgénero, literario[2] y cinematográfico, con ciertos presupuestos bien definidos por sus autores (William Gibson, Bruce Sterling, Rudy Rucker y muchos otros). El ciberpunk plantea en la ciencia ficción el escenario hipotético y las últimas consecuencias si tecnología y grandes corporaciones siguen creciendo a la par como hasta el momento.



Lee el artículo completo en www.vozed.org

© Pedro Alcoba González 2015
Extracto publicado con autorización de Vozed