sábado, 12 de enero de 2019

Segundas partes nunca fueron buenas...¿O sí?




Con motivo de la puesta al día del personaje de Mary Poppins por parte de Disney con El regreso de Mary Poppins (Mary Poppins Retuns, Rob Marshall, 2018), conviene plantearse si son buenas las secuelas de películas ya por sí mismas muy bien logradas. Esto es, como dice el tópico: ¿Segundas partes nunca fueron buenas?

Según esta sentencia, las segundas partes de películas logradas rara vez alcanzan la altura de la original, consiguiendo como mucho ser un digno recuerdo de la película que entusiasmó a los fans. Sin embargo, basta un repaso que cualquier cinéfilo sería capaz de hacer, para desmontar el dicho en poco tiempo:

El Padrino II y otras brillantes segundas partes

 Tenía exactamente la misma brillantez para contar una historia compleja (si no añadía mayor complejidad, con los flashback) que El Padrino (Francis. F. Coppola, 1972). Tenía también el mismo director y  guionista. Renunciaba a Marlon Brando pero subía a barco a Robert de Niro y nada menos que Lee Strasberg, padre del Actor’s Studio.

La fotografía y la música eran igual de brillantes. La primera parte logró 3 Oscar y 5 Globos de Oro. La segunda estuvo nominada a 6 Globos de Oro (sin ganar ninguno, fue el año de Chinatown), pero en cambio logró el doble de Oscar (6, incluyendo película, director y actor). En suma, El padrino II al menos igualó, y para algunos incluso superó al original.

En El imperio contrataca (The Empire Strikes Back, 1980), George Lucas mejoró una idea ya buena de partida (un combinado de ciencia ficción con cine de aventuras), con el buen hacer del guionista Lawrence Kasdan. Este dio mayor profundidad dramática a los personajes, haciéndolos rozar arquetipos universales, que conectaron con toda una generación. Logró menos Oscar, pero obtuvo el aplauso casi unánime de la crítica. Kill Bill Vol.2  tiene la misma potencia visual, los mismos personajes salvajes, la misma rara mezcla de cine oriental de artes marciales y spaguetti western que Kill Bill Vol. 1. Y Lo mismo podemos decir de las tres partes de  El señor de los anillos (Lord of the Rings) de Peter Jackson.



Ahora bien, si miramos en su conjunto todas estas películas observamos algo en común. Y no es solo que sean americanas (podríamos dar con ejemplos similares en otras cinematografías, como la Trilogía de Apu, de Satyajit Ray en La India). Lo que tienen en común es que las historias ya estaban pensadas como series de películas. Coppola sabía que tenía una continuación, y contaba con Mario Puzo para la segunda parte. Tarantino no cerraba la primera parte de Kill Bill adrede, para que lel público quedara enganchada para ver la segunda. Y George Lucas, si bien no tenía escrito el guión de la segunda parte, ya comenzaba  los créditos con el subtítulo “Episodio IV: Una nueva esperanza”, dando a entender que habría más historias después de esta (y antes, como luego veríamos).

Rocky II y demás bodrios

Sin embargo, repasemos algunas películas que no hayan sido pensadas en series o trilogía y empezaremos  a dar la razón a la maldición de las segundas partes. Superman II tenía casi el mismo reparto y casi el mismo equipo de guionistas que Superman I, pero repetía una fórmula ya probada, sin aportar mucho más. Por el camino se quedaban algunos grandes actores (como Glenn Ford, el padre humano de Superman o Marlon Brando, su padre en Kripton). Superman II era más de lo mismo, y no tenía la originalidad por tanto de la primera. Era clara la necesidad de repetir la fórmula para hacer caja. La primera película logró nominaciones a los Oscar, los globos de oro y los BAFTA. Superman II se fue de vacío.  Algo parecido pasó con Rocky (John G. Avildsen, 1976). La primera película estaba escrita por el propio Sylvester Stallone  y tenía verdadera originalidad. La chica de la película era casi borderline y el protagonista venía del arroyo. Poco a poco una fábula de ascenso social se abría paso, pero con autenticidad. Tuvo 10 nominaciones a los oscar y 6 a los globos de oro, ganando respectivamente 3 de los primeros y 1 de los segundos.  En Rocky II (Sylvester Stallone, 1979) los personajes son menos humanos al tener menos defectos que en la primera. Toda la película está construida en torno a la pelea final, logrando espectáculo, pero su historia es de lejos menos interesante que la primera. Rocky II se fue también de vacío en cuanto a premios. Lo mismo podemos decir de Acorralado (Rambo: First Blood, Ted Kotcheff, 1982)  y Rambo 2 (George Pan Cosmatos, 1985), en que Sylvester Stallone repitió exactamente el mismo error. Por la segunda consiguió 4 premios Razzie a la peor película, director, actor y canción original.  



Desgraciadamente, aunque no por ello es una mala película, es también el caso de la segunda parte de Mary Poppins. La original (Mary Poppins, de Robert Stevenson, 1964), tenía no solo un personaje e historia extraordinariamente novedosos, sino también una actriz  perfecta (sin el prácticamente) para interpretar a Mary Poppins (Julie Andrews). Los estudios Disney han apostado sobre seguro y han repetido la fórmula punto por punto. Hay que decir que sus enormes medios, lo que ha avanzado la tecnología en 50 años, los fragmentos de animación y el talento de algunos de los actores hacen que esta segunda parte sea también una película lograda. Pero no nos engañemos, sigue siendo más de lo mismo, aunque solo sea para recordar un poco de la magia de la película original.

Reinterpretar el original

Y habría aún un tercer tipo, en el que un director o guionista toma una historia original, por encargo o elección propia, se apodera de ella y le da su propia visión para para ofrecer algo nuevo. En esa categoría estaría la secuela de Alien (Ridley Scott, 1979). El director de Alien: el regreso (James Cameron) tuvo la inteligencia de no repetir el terror espacial de la primera, sino de optar por una mezcla de acción y ciencia ficción.  




Es decir, Cameron aportó algo nuevo y logró conectar tanto con el público como con la crítica. Si la segunda parte de Mary Poppins hubiera intentado algo similar, su éxito no habría sido seguro, pero habría ofrecido algo verdaderamente nuevo. Blade Runner: 2049 (Denis Villeneuve, 2017) trató de dar una nueva visión de la historia original, pero se quedó en el intento a la hora de alcanzar su altura. Y es que Blade Runner era mucho Blade Runner. ¿O no? 


© 2018 Pedro Alcoba González, excepto las imágenes que acompañan el artículo.




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