martes, 29 de enero de 2019

Glass: Más Shyamalan, menos originalidad



Con GlassM. Night Shyamalan cierra la trilogía (que en origen no iba a serlo) iniciada con  El protegido (Unbreakable, 2000) y continuada con Split (Múltiple, 2017). Reúne a los tres personajes que ya habían salido en las dos películas anteriores (y algunos de los secundarios) y cierra la historia de los tres “super-humanos” de una manera como siempre inesperada.
Están presentes de nuevo Bruce Willis interpretando a David Dunn de El protegido, James McAvoy como Kevin / La horda Samuel L. Jackson como Mr. Glass.

James McAvoy  es Kevin / la horda
En su arranque, la película no se diferencia mucho de lo que podría ser una cinta de acción, con personajes encuadrados en la categoría de superhéroes. Sin embargo, cuando entra en acción la psiquiatra Ellie Staple, pasamos a una mezcla entre drama carcelario e intriga  de la que ya no saldremos hasta el último tramo de la película.
Sin desvelar nada de las sorpresas de la película (pues una de las habilidades de Shyamalan es hurtar información al espectador, para luego sorprenderle), diremos que la doctora Staple trata las habilidades de los tres super-humanos como trastornos, e intenta rehabilitarlos, tanto a ellos como a sus seres más cercanos.
El extenso tramo central de la película  nos narra el pulso entre la psiquiatra (la explicación racional de todo) y los super-humanos (la irrupción de lo extraordinario característica del director indio-americano). Esta narración tiene una segunda lectura discursiva entre la necesidad de los seres humanos en creer en su potencial de ser como dioses super-humanos, y el peligro de esta idea para los defensores del orden. Si Staple tiene razón, todo puede ser explicado racionalmente y las habilidades extraordinarias deben ser reconducidas. Si la tienen Mr. Glass y la horda (porque David se coloca en un punto intermedio), el ser humano tiene un potencial extraordinario del que las historias de superhéroes son solo una plasmación en la ficción, y no una mera fantasía. Toda la película, los personajes se debaten entre creer y no creer. Quizá el cameo del director, cuyo personaje anecdótico revela que la psicología positiva cambió su vida, nos dé una pista. Porque es cierto que ciertas teorías y prácticas psicológicas en la actualidad nos hablan del potencial increíble del ser humano, y las pseudoteorías de la ley de la atracción (con El secreto de Rhonda Byrne a la cabeza) inciden en la capacidad del ser humano para lograrlo todo. Frente a él, la psicología más científica y la psiquiatría tienden a afirmar la importancia de las explicaciones racionales y la medicina como elementos compensadores de lo que en el fondo son trastornos. En definitiva, todo depende de si enmarcamos lo que se sale de la pauta y se revela extraordinario como potencial del ser humano o como enfermedad.  Shymalan retoma en el tramo final el tipo de narración de lo extraordinario, al fin y al cabo es un creador de historias de ficción y no un ensayista, revelando a los personajes super-humanos en todo su esplendor. 
El espectador que espere acción tampoco quedará del todo defraudado, pero la película no es una cinta de acción. Se encontrará sobre todo en la película los juegos con la inteligencia del espectador para contar la misma situación desde dos perspectivas distintas, que tanto impactó en El sexto sentido (el mismo mecanismo que usó Amenábar en Los otros, prácticamente en el mismo momento). Shymalan También utiliza hábilmente a los secundarios (el hijo de David Dunn, la madre de Mr. Glass y Casey, la única víctima superviviente de La horda en Múltiple) para proporcionarnos información. Por tanto, el espectador debe usar su inteligencia para buscar pistas y el juego del Shymalan guionista para ver quién adivina antes la verdad será uno de los disfrutes de la película. Los personajes, que son en el fondo fantásticos, están caracterizados con acierto (como siempre asociados a códigos de colores), pero no se plantean los dramas humanos más cercanos a nuestra realidad que han tenido en otras películas del director (como El sexto sentido el mismo El protegido,  o La joven del agua).
Y lo que se le puede achacar sobre todo al director y guionista es que, al final, no deja de realizar una narración casi de género más, a pesar de los hipnóticos movimientos de cámara y su capacidad para dirigir la atención del espectador hacia donde quiere (técnica narrativa audiovisual de la que Hitchcock fue maestro y precursor). Es decir, detrás de todo el artificio narrativo y la realización espectacular, no hay  nada más profundo que una historia de personajes con habilidades extraordinarias. El esquema narrativo de buenos y malos sigue funcionando, si bien la meta-narración que aportan los comentarios de Mr Glass (en el fondo, un personaje desquiciado), le dan mayor brillantez. Y también hay un cierto juego con el espectador (aparte del narrativo) para que juzgue dónde está el bien, y dónde el mal.
La dirección de actores está realizado con eficacia (teniendo en cuenta que los protagonistas son todos muy solventes). Y respecto al trabajo actoral, podemos considerar brillante una vez más la interpretación increíblemente versátil de James McAvoy (sobre la que descansaba casi todo el peso de la película Múltiple). En ella, y algunos hallazgos de la realización (el uso del color, por ejemplo, y el movimiento de cámara del que Shymalan es un virtuoso), están las pequeñas joyas de una película que, por lo demás, no alcanza la brillantez y originalidad con la que su director nos deslumbró en el pasado, pero que sí supone un paso más en la construcción de su peculiar universo personal. Sin embargo, el director parece haber entrado en una etapa en la que sobre todo se repite a sí mismo, y quizá debería buscar en historias de otros guionistas la inspiración necesaria para sus próximas obras.
© 2019 Pedro Alcoba González, excepto las imágenes y vídeos que acompañan el artículo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Anímate a opinar!