lunes, 3 de diciembre de 2018

First Man no logró en taquilla el éxito que merece


Llevamos unos años en que las películas de astronautas han tenido una especie de revival, si bien enfocado desde la ciencia ficción. Algunos ejemplos son Gravity (2013), The Martian (2015),  o una  interesante propuesta  en las que pesa más la ciencia que la ficción, como es Interstellar (2014). Sin embargo, entre ellas sorprende First Man (El primer hombre). Y lo hace por dos razones: una es por su condición de película realista, y otra por la audacia de ser una película basada en acontecimientos verídicos, cuyo final ya conocemos y  nada menos que de los años sesenta. Por eso, de entrada esta película de Damien Chazelle (director de la oscarizada La, la, land),  y de la que Steven Spielberg es productor ejecutivo, no lo tenía fácil.
Damien Chazelle, director del film.
La película jugaba con la baza de estar basada en el documentado libro de 600 páginas con el mismo título de James R. Hansen, y también con el americanismo, hoy más en boga que nunca, para hacerle propaganda. Lo primero le ha servido para abrirse camino entre cierto público europeo, lo segundo podría haberle servido para hacer caja, al menos en Estados Unidos. Sin embargo, la omisión de imágenes como la de la bandera norteamericana en la Luna (justificada por el director explicando que fue un éxito de la humanidad, no de los EEUU) la hicieron pronto perder espectadores. Aunque sus  resultados son discretos, se especula que la película acabará recaudando lo que ha costado producirla, sobre todo cuando aparezcan sus candidaturas a los Óscar. Eso no quiere decir que otras películas como  Ha nacido una estrella (de la que ya hablamos aquí) o Venom (película menor de Marvel), no la hayan superado con creces.Sin embargo, no vamos a entretenernos más ahora en los resultados de la taquilla, sino el rendimiento de la película en cuanto a historia y estética cinematográfica. Resumamos, sin spoilers, el argumento:

Un ingeniero y piloto combina su trabajo —probando sofisticados cazas que hacen vuelos a gran altitud— con su vida familiar con su mujer Janet y la situación de su hija Karen, afectada por una grave enfermedad. Cuando su situación familiar cambia, Neil se presenta  en un reclutamiento de la NASA para astronautas y es admitido. Tras muchísimos avatares y  un durísimo programa de entrenamiento, se le elige para pilotar la Apolo XI en la primera misión que aspira a poner el hombre en la Luna. Paralelamente a su entrenamiento, Neil trata de superar las pérdidas de sus camaradas y ciertos conflictos familiares. 

Lo primero que llama la atención es el punto de entrada que eligen los guionistas Nicole Perlman y Josh Singer (coguionista de Spotlight) para contar  la vida de Neil Armstrong: cuando es piloto de cazas y su hija está gravemente enferma. También, aunque en esta sinopsis no se refleje, la atención e insistencia en mostrar el conflicto de Armstrong con su familia, paralelamente sus misiones cada vez  más peligrosas. 

La película resulta un biopic bastante fiel de Neil Armstrong, sin embargo decir que es solo eso se queda bastante corto. Desde la crudeza de las primeras escenas en que le cuesta dominar un caza, el realismo con que el director presenta las escenas de acción en el aire y en el espacio;  y la elección del punto de vista de Armstrong, dotan respectivamente de seriedad y de interés humano a la historia.

Es difícil no sentirse impresionado ante las peligrosas pruebas que realizan los astronautas y los imprevistos de sus misiones. Pero sobre todo, la decisión de presentar a Neil Armstrong como un ser humano con matices y sombras, y de contarnos la historia a través de sus ojos, dota la historia de gran altura humana. 

Nos transmite, como no se había hecho desde Elegidos para la gloria (The Right Stuff, 1983, de Phillip Kaufman), que los astronautas son personas de carne y hueso, con las mismas motivaciones, luces y sombras que el resto. Sin embargo, al haber elegido un camino profesional diferente, su manera de superar las sombras y alcanzar la realización personal adopta un tono épico que sintoniza con el discurso de Kennedy que inauguró la era espacial. Sus palabras, que aparecen en la película, fueron exactamente: ”Elegimos ir a la Luna. No porque sea fácil, sino porque es difícil”. En definitiva, la forma que tiene Neil Armstrong de utilizar  su carrera profesional para superar la profunda tristeza por la muerte de su hija, nos recuerda, como recientemente hizo Interstellar (aunque esta desde el punto de vista de la ficción), que muchos de los grandes logros humanos están conectados profundamente con el amor de sus artífices hacia sus seres queridos. Así, la película construye una historia en paralelo que salta de la épica de la carrera aeroespacial a la íntima situación de una familia que trata de encontrar la felicidad. 

El director Damien Chazelle opta  por los primeros planos de los personajes,  los planos subjetivos desde el punto de vista  Armstrong, y los efectos de sonido y fotografía realistas, y reserva los grandes planos generales para la llegada a la Luna. Es una opción estilística coherente con la historia, aunque resulta algo áspera para el espectador medio, y seguramente, al igual que el gran metraje, ha perjudicado al flim en taquilla.

Por último, mencionaremos el trabajo de Ryan Gosling, actor que no se caracteriza precisamente por su aparente expresividad, pero que es una buena elección para interpretar al introvertido y aparentemente frío Neil Armstrong. Gosling construye al personaje con una gama de matices minimalista que finalmente hacen presente la gran humanidad, aunque poco ostentosa, de Armstrong. Frente a él le da la réplica una Claire Foy mucho más emocional y expresiva, que interpreta a Janet, la mujer del astronauta, y contribuye a mostrar el contraste psicológico que sin duda existía en el matrimonio. 

En conclusión, la película, conecte más o menos con el público, logra su ambicioso objetivo con creces. Cuenta una historia interesante, que retrata un gran episodio histórico, en el que seres humanos excepcionales con unos medios que hoy vemos muy limitados, conquistaron una meta sin precedentes, y que tardaría en volver a repetirse.

© 2018 Pedro Alcoba González, excepto las imágenes que acompañan el artículo

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